¿Son los niños salvos porque son niños?

¿Son los niños salvos porque son niños?

Tengo varios problemas con la posición que sostiene que los niños que mueren en la infancia son salvos, a causa de que aún no poseen discernimiento. Posición sostenida entre otros, por John Piper.

 

1. La salvación se perdería. Si el niño está en una condición de inocencia y por tanto es salvo al no estar afecto al pecado en ningún modo sino hasta que llega el momento del discernimiento de lo bueno y de lo malo, perdió entonces en ese mismo momento la salvación. La condición de existencia humana sería la siguiente: se nacería salvo y se perdería la salvación en algún momento (indeterminado) al saber lo bueno y lo malo. Pero NO existe apoyo bíblico para tal conclusión.
(Dejo de lado otros problemas que surgen: ¿porqué optó por lo malo en el momento del discernimiento?, o ¿podría haber optado siempre por el bien y no el mal, o sólo en algunas circunstancias?, etc.)

 

2. Consolar a los padres que sufren la pérdida de un hijo muy pequeño diciendo: «mire, aún su hijo no discernía el bien y el mal, así es que permaneció salvo», me parece una forma errada de consuelo. Se establece un tipo de elección y condición de existencia beatífica y sin pecado que me parece NO PERMITE la interpretación parcial de un sólo texto aislado («dejad los niños venir a mí…»). Eso desconoce tanto la presencia, como la acción y los efectos cósmicos del pecado.

 

3. Me cuesta entender una elección por ausencia de discernimiento, como si Dios estuviera obligado a elegir a personas que no poseen de por sí la calidad de electos (subordinando la elección a un período posterior…), contradiciendo entre otros pasajes aquel en el cual Pablo sostiene que Jacob y Esaú «no habían hecho ni bien ni mal», cuando ya Dios tenía decidido el destino de ambos, para que el principio de elección permaneciese (Ro.9:11).

 

4. Si en Adán todos mueren (1Co. 15:22), tendríamos que asumir en este pasaje que la condición de «estar en Adán» correspondería al momento en que se adquiere discernimiento del bien y del mal, ya que los inocentes por tanto NO ESTÁN BAJO EL PECADO. Estar en Adán sería exclusivamente una naturaleza adquirida post desarrollo uterino (incluso bastante más allá) cuya determinación es dudosa, casuística y extremadamente compleja de determinar en cualquier caso (¿cuándo hay discernimiento pleno?).
Yerra entonces el salmista al decir: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5).

 

5. No puede soslayarse la enseñanza bíblica de que la entrada del pecado en Adán y Eva se traspasó a toda su descendencia, sin puntos de discontinuidad, como los que sugiere esta postura. Habría una inconsistencia en Pablo al señalar el caso de los hermanos Jacob y Esaú, quienes «no habían aún nacido», estableciendo una suerte de discriminación arbitraria puesto que ni Esaú ni Jacob poseían discernimiento cuando ya se establecía su posición delante de Dios.
No creo que Dios proceda de modo arbitrario o traspase una especie de ley presente y anterior en la naturaleza del que no discierne -a la cual esté obligado a subordinarse-, condenando a un nonato o al niño pequeño en el entendido de que por naturaleza y condición de existencia YA ERA SALVO. ¿Lo era? ¿Según quién?

 

6. ¿Se puede admitir dos tipos de naturaleza humana, una anterior y otra posterior al discernimiento? Me parece insostenible. Un feto y un nonato no tienen la estructura neurológica desarrollada que le permita ejercer completo dominio sobre el pensamiento y el lenguaje (incluso en los que padecen trastornos graves), pero eso no los hace infra-humanos, meta-humanos ni nada. Son seres humanos, y si un nonato no peca es porque todavía no puede, en términos de que no se ha desarrollado todo lo que se debe para hacerlo. Esto revive la vieja pregunta «¿se es pecador porque se peca, o se peca porque se es pecador?”

 

7. Del mismo modo que es inconcebible que la mujer se salve engendrando hijos (estableciendo una salvación por parir y criar), es inconcebible una salvación por la ausencia de discernimiento. Sencillamente contradice demasiada doctrina y gran parte (sino toda) la enseñanza de la caída y la entrada del pecado y de la muerte, poniendo más que en tela de juicio la doctrina de la Depravación Total.

 

8. El pecado y la muerte, o entran en la desobediencia de Adán de manera exhaustiva, extensiva y permanente, o no entra por medio de él ni se traspasa a su descendencia. Me parece que el problema del pecado, de otro modo, se circunscribiría al momento del discernimiento humano, poniendo el eje en la presencia del conocimiento del bien y del mal en una casuística que haría sencillamente imposible determinar el «cuándo» se produce. La mejor interpretación es asumir o presuponer que el pecado afectó inmediata y extensivamente a TODA la descendencia de Adán, lo que no excluye a los que nacen hoy. La depravación total incluso en la descendencia de Adán sigue siendo una doctrina defendida por los reformados.

 

9. La entrada del pecado entonces no tendría porqué haber afectado todas las estructuras cósmicas y creacionales, estando circunscrita al momento de discernimiento en el ámbito estrictamente humano. Pero vemos que la creación gime, aún hasta el día de hoy, a causa de esto (Ro. 8:19-22).

 

MI CONCLUSIÓN: En Adán se adquiere el pecado, se viene con él en los genes, y somos concebidos en una naturaleza caída antes de hacer el bien o el mal. El pecado se manifiesta tempranamente, y el respaldo bíblico apoya la idea de depravación total o completa (nos inclinamos de continuo solamente al mal, nuestras mejores obras son trapos de inmundicia, hacemos el mal que no queremos y no el bien, etc.).
De tal modo que rechazo lo que sostienen la condición de inocencia y por tanto el estado salvífico de los nonatos y los niños que mueren en la infancia como un acto en sí mismo preestablecido, pues extensivamente los humanos fuera del pacto no están exentos de la condición de existencia que nos separa de Dios, siendo pecadores necesitados de la misma redención que se ofrece para los adultos, y todos.
Adhiero a la Confesión de Fe de Westminster cuando redacta que “Los niños elegidos que mueren en la infancia, son regenerados y salvados por Cristo por medio del Espíritu, quien obra cuando, donde y como quiere. En la misma condición están todas las personas elegidas que sean incapaces de ser llamadas externamente por el ministerio de la palabra” (X, III). Esto es, que la elección solamente puede anteceder al acto salvífico y esto en virtud del Pacto, pero no una supuesta inocencia per-se en los infantes.

 

Andrés Moreira

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